Clara Núñez – La Habana

Hubo una vez una princesa carabalí de la tribu Efor (entre Nigeria y el Congo) llamada Sikán que mientras cogía agua del río Oddán capturó sin darse cuenta al pez Tanze. Tanze era el pez sagrado que encarnaba el espíritu de Abasí, un antiguo jefe ekoi conocedor del Secreto de poder y salvación eternas para la tribu que lo descubriera. Sikán no vio al pez, pero al ponerse la tinaja sobre la cabeza oyó su bramido, que a ella (y sólo a ella) revelaba así el secreto. Por el susto, dejó caer la tinaja y Tanze murió. El padre de Sikán pronto supo lo ocurrido y la encerró en una cueva vigilada por el brujo Nasakó para que no revelara a nadie el secreto. Mientras, los hombres de la tribu debatían sobre el destino de la mujer y sobre cómo se podría recuperar la voz de Tanze para poder apropiarse del secreto. No hay unanimidad sobre el por qué (unos dicen que Sikán traicionó el secreto, otros que por ser mujer no tenía derecho a él, otros que su muerte fue necesaria para que los hombres pudieran recuperarlo), pero Nasakó declaró que había que matar a Sikán y mezclar su carne con la del pez Tanze para así crear a Ekué, el tambor que, frotado de determinada manera, emitiría de nuevo el secreto para los hombres Efor. Pero el sacrificio de la mujer no fue suficiente. Hubo que añadir al tambor la piel de un chivo sacrificado (Mbori) para que Ekué pudiera revelar al fin lo que Tanze había guardado.

Cuando los Efir (la tribu vecina y hasta ese momento enemiga) descubrieron que los Efor tenían el secreto, accedieron a postrarse ante él, y de este modo ambas tribus quedaron unidas en una sola para siempre. Este es, a grandes rasgos, el mito fundacional de la Sociedad Secreta Abakuá, culto afrocubano y cofradía de ayuda mutua de acceso exclusivamente masculino que los esclavos carabalíes llevaron a Cuba a principios del S.XIX y que hoy en día sigue existiendo como un fenómeno único, no solo en la isla, sino en toda América.

 

© La consagración. 1991. Colagrafía.Tríptico Izq.225x300cm cu. Museo Ludwig del Museo

 

© La cena, 1993

 

En los años 80 del siglo XX hubo también una artista afrocubana que comenzó a interesarse por esta cofradía, algo insólito teniendo en cuenta el hecho de que una mujer, por el hecho de serlo, tenía el acceso completamente vetado. Se llamaba Belkis Ayón (La Habana, 1963-1999) y dedicó más de una década a crear una obra que, tomando el mito Abakuá como punto de partida, analizó y desafió varias cuestiones de aplicación universal: la implantación del patriarcado, las relaciones de poder, la marginalización, la culpa, el arrepentimiento, la separación, el miedo o la búsqueda de libertad. Como ella misma declaró en un texto propio hacia 1994: «Lo que más me llama la atención de la leyenda es la condición de víctima que siempre juega el personaje femenino, pero desde una posición más bien genérica, sopesando las connotaciones que pudieran derivarse de tal situación.»

Los Abakuá o ñáñigos siempre han sido conocidos y temidos por su hermetismo, su misterio en torno al culto, su exclusividad masculina y su asociación, sobre todo en el pasado, con el supuesto crimen y la violencia en sus ritos. Por ello, durante mucho tiempo, fue una religión marginada ante la cual la sociedad cubana mantenía numerosas reservas y prejuicios. Atraída por el misterio y el carácter marginal de los Abakúá, Ayón dedicó toda su vida a estudiar este culto para después reinterpretar el mito fundacional en sus grabados.

Dicha apropiación y reinterpretación parte de los estudios que Lydia Cabrera y Enrique Sosa (principales estudiosos de los ñáñigos en Cuba) habían hecho desde los años 70. A partir de su descubrimiento, Ayón se solidariza con la mujer discriminada y la convierte en el epicentro de su obra como una suerte de alter ego. De hecho, según reconoció la propia artista, la modelo para representar a Sikán era ella misma; su culpa, sus preocupaciones, su rabia y sus frustraciones.

© Estaciones-del-Vía-Crucis.-Sin-título-Sikán-con-chivo.-1993.-Colagrafía.88x712cm

 

© La-bella-pecadora.1993.Colagrafía.-Matriz-e-impresión-de-prueba-papel.92x675cm.Col

 

De esta manera se hace visible cómo la creadora jugó con un fenómeno que lleva en sí mismo la doble marginación: el sistema religioso Abakuá, temido y rodeado de prejuicios, y dentro de este, la mujer marginada. En este sentido, podemos entender en su obra una tendencia hacia la problemática de género (Belkis Ayón era mujer), la problemática racial (era negra) y la problemática política (su vida adulta y artística se desarrolló durante la crisis del Periodo Especial en Cuba). Pero sus sobrecogedores grabados dejan las puertas abiertas a una gran amplitud de interpretaciones que van más allá. Ella apelaba a la condición universal de los sentimientos y las relaciones; a las luchas internas y a las emociones que a todos afectan, y lo declaró de este modo en 1993: «Yo quiero hablar de la insatisfacción, de la intolerancia, quiero hablar de la traición, quiero hablar de sacrificios.»

La atmósfera inquietante y misteriosa de sus grabados está hecha para dialogar con el que los mira. Se tratan, en su mayoría, de escenas del ritual Abakuá reinterpretadas por la artista en las cuales Sikán está presente y no permite que se la olvide. Estas escenas, muchas veces muestran no solo el dolor y la culpa de Sikán, si no el de los propios hombres por el drama de la separación con lo femenino. Los ojos de las figuras tienen una gran expresividad y todos carecen de boca, algo que alude al propio secreto del rito Abakuá, pero también a la aceptación de los hechos ante los cuales no se puede hacer otra cosa que observar.

Por otra parte, el uso exclusivo del blanco y negro, la asexualidad de las figuras y la falta de volumen en sus obras, son tomas de decisión consciente con un objetivo: alejarse del folklorismo y la simplicidad. Tal y como explica en el documental “Cercanía, Belkis Ayón” la doctora en Estudios Afrocaribeños, Lázara Menéndez: «las religiones afro en el arte siempre lindan con una suerte de folklorismo y populismo, de versión superficial, pero Belkis, con la selección de elementos que utiliza en su trabajo, se aleja de eso. Hay una enorme contención emocional y sensorial porque Belkis era una intelectual y su acercamiento al mito Abakuá es extremadamente sofisticado. Y eso es trascedente justamente por el tema que utiliza.»

 

© Estaciones-del-vía-crucis.Te-di-la-fuerza.-1993.95x68cm.Col-Ludwig.Cuba

 

© Estaciones-del-via-crucis.-Ven.-1993.685x100cm.Col-Ludwig.-Cuba

 

© Mokongo.-1991.Colagrafía.202x138cm.-Col-Ludwig.-Cuba

 

Técnicamente, Ayón está considerada como una renovadora y una maestra del grabado, pues su proceso de trabajo era tremendamente minucioso y duro físicamente. En la creación de este universo plástico sin antecedentes hay un enorme sincretismo estético: iconografía bizantina, evocación al ritual católico y alusiones al sistema gráfico Ereniyó (grafía utilizada en el ritual ñáñigo). Además, debido a su minuciosidad, el grabado suele ir asociado al pequeño formato, y en este caso, la norma se rompe completamente llevando la habilidad y la paciencia creadora a enormes dimensiones. Algo que confirma Lázara Menéndez cuando explica que «Belkis era muy desafiante: desafía la propia tradición de la historia del arte al tratar grandes temas como el sacrificio desde su perspectiva, reta al grabado en sí (…) y cambia la tradición (…) enfrentándose a un proceso de creación súper laborioso y exigente.»

La obra de Ayón es un proceso de búsqueda permanente que se cerró de manera dolorosa y abrupta (su suicidio en 1999), pero su provocación fue continua, tanto en el contenido como en la forma, hasta el final. Escogió una religión traída por esclavos y marginada por la sociedad, que a su vez la marginaba a ella, como punto de inicio para plantear debates filosóficos universales sobre la opresión. Se apropió de la tradición oral religiosa africana y la elevó a las esferas de la intelectualidad con la intención de desdibujar la separación impuesta entre lo social, lo personal, lo femenino y lo masculino, lo político y lo espiritual.

Ella creía que la muerte de Sikán y la incapacidad del mito Abakuá para olvidarla era una prueba del poder que tiene todo aquello que se margina, así como del sentimiento de culpa que pesa eternamente sobre los opresores (de ahí el desafiante título de una de sus obras, Siempre vuelvo). En el poder y la culpa indagó de forma incansable para desvelar la complejidad y los misterios que rodean a las relaciones de poder, sean del tipo que sean. Su obra invita a dialogar sobre el juego incansable que pesa sobre los roles de víctima y verdugo, y sobre cómo estos, en realidad, no son estáticos ni definibles. Puede que este fuera parte de su secreto: un secreto abierto, desafiante y aún sin resolver.

 

© La-consagración.-1991.-Colagrafía.-Tríptico-central

 

© Estaciones del vía crucis. Sin título (Hombre , Sikán y paloma).1993. 89×70,8.Col Lu

 

Belkis Ayón (La Habana, 1967-1999). Graduada por la Escuela Nacional de Artes Plásticas de San Alejandro primero y por el Instituto Superior de Arte (ISA) después, participó activamente como docente, curadora y artista en la escena cultural cubana de la época. Durante varios años fue profesora de Grabado en el ISA y en la Escuela Nacional de Artes Plásticas San Alejandro así como cocuradora de “La Huella Múltiple, Muestra colectiva del grabado contemporáneo en Cuba”, uno de los eventos más importantes que hubo en torno al grabado en aquella época en la isla. Fue miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y su obra, desde 1990 creó gran interés tanto a su público nacional como al internacional; en menos de diez años pudo exponer en Canadá, Italia, Haití, Japón, Alemania, Suiza, España, Estados Unidos y por supuesto, en Cuba. Desde su fallecimiento, es su hermana, Katia Ayón, la encargada de conservar, gestionar y promocionar su obra, tanto dentro como fuera de su país. Hoy en día, sus grabados son un referente mundial por su maestría técnica y el acercamiento único tanto a la identidad afrocubana como a la condición humana en su totalidad.

 

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Clara Núñez (A Coruña, 1990). Licenciada en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona y postgraduada en Estudios Africanos por el Centre d’Estudis Africans y la Universitat Pompeu Fabra. Sus ámbitos de interés son la música, el arte y la literatura especialmente. Curiosa incansable de África en concreto y del mundo en general. Actualmente reside en La Habana.

 

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