Isabelle Mamadou - Valencia

Según varios historiadores, durante los siglos XV y XVI, España tuvo la mayor población africana de Europa, siendo Sevilla una de las ciudades con el mayor número de personas esclavizadas. Otras urbes como Cádiz, Granada, Huelva, Málaga, Barcelona, Valencia y Palma de Mallorca también fueron grandes centros esclavistas. En sus mercados, las mujeres y niñas en condición de esclavitud eran compradas o vendidas para ser destinadas al servicio doméstico, sometidas al trabajo forzoso, u objeto de explotación sexual.

La escasa historiografía existente sobre ellas cuenta que se resistieron a los abusos atroces mediante la huida, el suicidio, o incluso cometiendo infanticidios para que sus descendientes no siguieran cargando las cadenas de la esclavitud. Asimismo, algunas investigaciones muestran acciones de resistencia colectiva, como la creación de redes de solidaridad o la agrupación en hermandades y cofradías de negros.

 

Anuncio de compra-venta de personas en el «Diario de la Marina», publicado el 3 de febrero de 1846.

 

Sin duda, las mujeres de ascendencia africana contribuyeron a perturbar el sistema esclavista, pero el importante legado que nos dejaron no ha constituido un tema de interés fundamental en los estudios sobre la población esclavizada en la península ibérica. De la misma forma, las migrantes más recientes que enriquecen la sociedad española con sus valores, cultura y trabajo, son a menudo invisibilizadas como sujetos políticos y etiquetadas en estereotipos que no tienen que ver con la realidad.

Las primeras inmigrantes de Guinea Ecuatorial (territorio ocupado por España hasta 1968), llegaron en la década de 1950. Venían a cursar unos estudios para regresar después a casa, aunque muchas optaron por quedarse en el país. De hecho, la primera ecuatoguineana que obtuvo un título universitario fue la escritora Trinidad Morgades Besari en 1958, con una licenciatura en Filología en la Universidad de Barcelona.

A partir de la década de 1980 y principios de los 90, comenzó a ser notoria la presencia de mujeres negroafricanas procedentes de otros países, principalmente de Senegal, Gambia, Cabo Verde, Mali, Nigeria, Camerún y República Democrática del Congo. Además de la dificultad del idioma, se topaban con una normativa migratoria que, todavía hoy, restringe la igualdad en el acceso a determinados derechos como el de residir o trabajar. De esta manera, las grandes dificultades que experimentaron las obligaron a sostener una actitud de lucha constante, pero también de autoorganización.

 

Integrantes de la Asociación de Mujeres Africanas Unidas en Valencia (AMAUV). © ALBERTO PLA.

 

Como resultado, crearon asociaciones donde además de orientar y acompañar a otras mujeres recién llegadas, llevaban a cabo actividades destinadas a visibilizar su legado cultural. Tal fue el caso de la asociación E’Waiso Ipola, fundada por la escritora Remei Sipi junto con compañeras de Guinea Ecuatorial residentes en Barcelona, o la Asociación de Mujeres Africanas de Paterna en Valencia, que se autofinancia con el cultivo y la venta de plantas originarias de África. Son dos ejemplos entre las decenas de organizaciones que contribuyeron al empoderamiento de las mujeres negras en el Estado español a finales del siglo XX.

Sin embargo, el auge de la inmigración trajo consigo un aumento de los discursos de odio hacia las personas migrantes. Como consecuencia, en 1992 se cometía el primer feminicidio racista reconocido en España: Lucrecia Pérez, una ciudadana dominicana de 32 años que había emigrado en busca de un mejor futuro, era asesinada en Madrid por un guardia civil y tres menores vinculados a grupos neonazis.

 

Lucrecia Pérez Matos.

 

Por suerte, el comienzo del nuevo milenio generó cambios extraordinarios en el activismo de las mujeres afrodescendientes, debido el inmenso poder de difusión que trajo la llegada de internet. En este sentido, las dos últimas décadas han sido testigos del surgimiento de numerosos blogs y webs antirracistas entre las que destacan la revista Afroféminas, una comunidad en línea que desde 2014 visibiliza las experiencias de mujeres negras de habla hispana. Asimismo, las plataformas de interacción social como Facebook, Instagram o Twitter siguen siendo herramientas muy utilizadas por activistas afrofeministas para denunciar el racismo, plantear nuevas narrativas y llamar a la movilización.

Las redes sociales también fueron la principal vía de difusión del 15-M, el movimiento social que sirvió de trampolín para que la defensora Rita Bosaho se convirtiera, en 2015, en la primera diputada afrodescendiente de la democracia española. Tras su paso por el Congreso de los Diputados, en 2020 asumía el cargo de Directora General para la Igualdad de Trato y Diversidad Étnico Racial en el Gobierno de coalición.

Sin duda, la representación de una mujer afroespañola en el Ministerio de Igualdad fue un logro sin precedentes en nuestra historia. Sin embargo, los numerosos actos de acoso racista y sexista que sufrió durante su mandato pusieron de manifiesto que incluso las que llegan a tener una posición destacada, siguen enfrentando los obstáculos de ser mujeres negras en espacios mayoritariamente blancos.

 

Integrantes del Equipo del Decenio Afrodescendiente en España. © ALBERTO PLA.

 

Por otra parte, la pandemia del COVID-19 perjudicó en mayor medida a las mujeres migrantes y afrodescendientes, que ya enfrentaban multitud de injusticias y desigualdades transversales. A pesar de ello, muchas se reinventaron durante la crisis del coronavirus para seguir apoyando a sus comunidades. La diseñadora congoleña Becha Sita Kumbu, por ejemplo, transformó su tienda de ropa en una despensa antirracista, con el fin de distribuir alimentos a familias sin recursos en Madrid.

Al mismo tiempo y en medio de las restricciones del estado de alarma, organizaciones de mujeres afro en Valencia siguieron encontrando espacios comunes de cooperación. Así, la aprobación en 2021 por parte del gobierno valenciano, de la única iniciativa parlamentaria en Europa para la igualdad real y efectiva de las mujeres afrodescendientes, es el fruto de numerosas acciones colectivas de incidencia política, lideradas por el Equipo del Decenio Afrodescendiente.

Hoy día, somos muchas las personas de ascendencia africana que hemos nacido y/o crecido en España. Pero a diferencia de otros países, el Estado no recoge información detallada sobre el origen étnico-racial de sus habitantes y esa invisibilidad estadística tampoco permite identificar adecuadamente las múltiples violencias que nos atraviesan. Por ello, somos conscientes de que todavía queda mucho por hacer para mejorar nuestra situación de derechos humanos. Aun así, con cada logro y por pequeño que sea, nos celebramos y rendimos homenaje a las antecesoras que nos abrieron camino.

 

Un grupo de mujeres posa en el acto del Día Internacional de la Mujer Afrodescendiente. © ALBERTO PLA.

 

Artículo publicado originalmente en la Revista Afrolis el 29 de noviembre de 2023 “Mulheres afrodescendentes na Espanha: cronologia de um legado de resistência”.

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Isabelle Mamadou (@isabellemamadou) se especializó en la lucha contra la discriminación racial en la sede Europea de las Naciones Unidas. Desde entonces, coordina al Equipo del Decenio de la ONU para los Afrodescendientes en España. Además de ello, lidera las actuaciones de la ONG Movimiento por la Paz en Valencia.

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