Benita Sampedro - Nueva York

Undoubtedly, one of the most prominent and forceful explorations of the memory of slavery in Equatorial Guinean literature can be found among the works of Francisco Zamora Loboch, another one of the nation’s best-known writers. I am referring to the book-length essay Cómo ser negro y no morir en Aravaca: manual de recetas contra el racismo (1994), which was written as a response to the 1992 murder of Lucrecia Pérez Matos, a Dominican migrant, by white supremacists in the Madrid suburbs of Aravaca.

– Martin Repinecz, “Raza or Race? Remembering Slavery in Equatoguinean Literature” (2019) [1]

 

Portada y contraportada de la primera y única edición del libro de Francisco Zamora Loboch.

 

Cómo ser negro y no morir en Aravaca. Manual de recetas contra el racismo (Ediciones B, 1994), de Francisco Zamora Loboch, es un libro retóricamente portentoso, cuya sostenida ironía se pone al servicio de una intensificación del implacable mensaje crítico que su autor acomete en este ensayo. A través de una relectura de la historia española –la historia social, política, literaria y cultural— el libro traza, en clave de humor rozando el sarcasmo, una genealogía del racismo en España en un largo recorrido que arranca desde el funesto año de 1492, en que tantas exclusiones y violencias se perpetraron y se acumularon, hasta finales del siglo veinte.

El título, Cómo ser negro y no morir en Aravaca, nos anuncia ya un relato de sobrevivencia, un ensayo de urgencia a raíz de unos incidentes execrables en torno a un crimen de odio racial: el asesinato de Lucrecia Pérez Matos, una mujer inmigrante, originaria de la República Dominicana y asesinada en el barrio madrileño de Aravaca, víctima del racismo y la xenofobia el 13 de noviembre de 1992. A partir de estos hechos innombrables (a los que no se alude de manera explícita en ningún momento en el libro, pero están todavía en el inconsciente colectivo de todo lector) el ensayo se construye como un riguroso alegato contra el racismo, en un longue durée que indaga en la genealogía de prácticas, discursos, etimologías, expresiones idiomáticas fosilizadas, giros lingüísticos y tergiversaciones históricas, anclados todos ellos en una bien asentada tradición histórica de discriminación y de supremacía blanca.

Recorte de diario sobre el asesinato de Lucrecia Pérez.

 

Cómo ser negro y no morir en Aravaca es uno de los primeros libros publicados por Francisco Zamora Loboch. Salió de prensa en marzo de 1994, hace ya casi tres décadas, en el grupo editorial Ediciones B y es muy sorprendente –y hago aquí una llamada de atención a traductores, académicos, o promotores de la industria del libro— que desde entonces no se haya publicado una segunda, tercera, cuarta y posterior reedición del mismo, y no se haya traducido al menos a las lenguas más próximas, el portugués, el francés o el inglés. El libro no solo no ha perdido desde entonces ni un ápice de su fuerza crítica y su contemporaneidad, sino que (directa e indirectamente) ha inaugurado un nuevo género editorial, y ha marcado el comienzo de una trayectoria de textos, formas de activismo y alegatos antirracistas en España. En los círculos académicos y universitarios, el libro tampoco ha pasado desapercibido en ningún momento y sigue siendo objeto de estudios, ensayos de investigación y tesis doctorales. [2] Por todo ello, una nueva edición y puesta en circulación de este texto fundacional con respecto a la historia del racismo en España se hace, si cabe, más apremiante y necesaria que nunca.

Francisco Zamora Loboch es originario de Annobón, una de las islas que forma parte de Guinea Ecuatorial, y ha ejercido una dilatada carrera en España, desde los años setenta, desempeñándose sobre todo en el ámbito del periodismo y más específicamente el periodismo deportivo. Fue redactor en medios como el Diario Pueblo, Mundo Obrero, Diario 16, o 20 Minutos y colaborador de Radio Nacional de España, labores por las que recibió importantes premios. A una prolífica carrera en este ámbito profesional le acompañan además los varios títulos que ha publicado como autor literario, que incluyen los poemarios Memoria de laberintos (Sial Ediciones, 1999) y Desde el Vigil y otras crónicas (Sial Ediciones, 2008), y las novelas Conspiración en el green (El informe de Abayak) (Sial Ediciones, 2009), El caimán de Kaduna (Paréntesis editorial, 2012) y La república fantástica de Annobón (Sial Ediciones, 2017).

Portadas de los dos poemarios de Francisco Zamora Loboch.

 

Portadas de dos de las novelas de Francisco Zamora Loboch

 

El ensayo se estructura en un capítulo inicial, a modo de preámbulo, titulado “Prólogo para un Gachupín o Chapetón que pensaba que su país no era racista”, que funciona como una declaración de intenciones con respecto al tour de force histórico que se va a emprender, seguido de siete capítulos, titulados respectivamente: “Trabajar como un negro”, “Humor negro”, “¿Por qué el blanco es tan listo y el negro tan lerdo?”, “Músculo negro versus músculo blanco”, “Negritud e hispanidad”, “Pene blanco – pene negro” y “La maldición de Cam”, para luego terminar, cambiando de registro discursivo, con un “Diccionario racista”.

En ese “Prólogo para un Gachupín o Chapetón que pensaba que su país no era racista”, inaugura el autor su larga diatriba en el año 1492, en que tantas cosas pasaron: desde la toma de Granada por los Reyes Católicos al edicto de expulsión de la comunidad judía residente en la península y el traspaso por la fuerza a control cristiano de los territorios hasta entonces bajo control musulmán, seguido de la intensificación de la actividad por parte del tribunal de la inquisición, persiguiendo prácticas de cripto-judaísmo, la expulsión de los moriscos en 1609, la expansión del cristianismo hacia América, la sociedad de castas como forma institucional de estratificación social en base a la identidad étnica y racial (por más que científicamente falsa), la explotación de las comunidades indígenas en territorio americano que siguió a la violencia de la conquista y la ocupación, la institucionalización del sistema esclavista y el traslado de personas esclavizadas desde África hacia el continente americano, el modelo de explotación de la plantación como forma de imposición de un nuevo orden social y económico, y la hipocresía de las estructuras de poder que controlaban todos esos mecanismos.

Vino todo ello seguido, llegados al siglo XIX, de la reconversión (y transferencia de capitales) de esas mismas élites esclavistas y de esas mismas estructuras de poder, en una burguesía mercantil y económica dominante en la España peninsular, una vez abolido el sistema de esclavitud (en 1886, en el caso de Cuba). Le siguió después el encubrimiento de ese racismo, solapado, sistemático y estructural, que sin embargo permea, hasta el presente, todas las estructuras de poder y de representación, por medio de las nuevas instituciones fundamentadas en las estructuras políticas del siglo veinte.

Anuncio de venta de esclavos. Recorte del periódico cubano Diario de la Marina del 3 de febrero de 1846.

 

Arremete Francisco Zamora Loboch, a su paso, contra figuras icónicas de ese período, como la de Bartolomé de las Casas, por la hipocresía de la defensa del indígena a expensas de traspasar la explotación a los individuos esclavizados procedentes del continente africano; y arremete también contra el racismo científico y el determinismo social de Montesquieu.

Sin embargo, la ironía embarga el relato de Cómo ser negro y no morir en Aravaca desde el: “El primer moro a quien España aplicó la Ley de Extranjería se llamaba Boabdil… y llegada aquella atroz nueva en aquella mala hora, de nada le valió exhibir, lloroso, dicen, ante aquellos dos bárbaros, Fernando e Isabel, una tarjeta de residencia, signada, hacía ocho siglos, en la ciudad de Granada… embarcáronle en una patera y a través del Estrecho arrojáronle a una tierra, África, que le resultaba tan desconocida, áspera y remota como Uganda para un botiguer chueta”.

Y en la senda de la ironía sigue esa expansión imperial hacia América que nos relata: “Con el país totalmente enfrascado en apasionadas efusiones y en busca del castizo o hidalgo perfecto, apareció en el horizonte del 92 la enorme posibilidad de volver cristianos, apostólicos y romanos a los tataranietos de Moctezuma: allá se encaminaron los Pinzones, Cortés, Cabeza de Vaca, Pizarro y demás cristianos viejos”.

También con carga irónica y en una lectura a contrapunto con el presente se refiere a la génesis de la esclavitud atlántica y a las versiones más contemporáneas de la hipocresía histórica con respecto al sujeto africano: “Los rubios cazadores holandeses, franceses, portugueses, yanquis, españoles o nórdicos, habían conseguido que cien millones (otros aseguran que fueron cincuenta) de africanos en taparrabos (nunca daban tiempo suficiente para ponerse frac), cargados de cadenas y de argollas, fueran trasladados, sin contrato fijo, seguridad social, jubilación anticipada ni gaitas en vinagre, hasta América, con el siempre loable propósito de trabajar hasta la extenuación. Mientras, el cristiano viejo descansaba el hígado y conseguía esa considerable hiperfagia y el excelente look que siempre luce en los conciertos Live Aid pro Somalia o los parties de caridad para frenar, a base de taquitos de jamón y tragos de fino, el hambre de Etiopía”.

Y termina con el relato de la plantación: “¿costes? [para establecer una plantación] Apenas. Marruecos, mulecones, matungos, ladinos y bozales del batey se arreglaban bien con una palangana de batatas hervidas con mondongo y un cazo de agua, y funcionaban a las mil maravillas si se situaba, rebenque en mano, el mayoral, canario o asturiano, a caballo con sombrero de pelo, pañuelo siempre descuidado en la garganta y un machete afilado pendiente del cinto”.

José de Alcíbar 'Español y Negra Mulato' 1750-1803 en Denver Art Museum
José de Alcíbar ‘Español y Negra Mulato’ 1750-1803 en Denver Art Museum.

 

Todo este recorrido histórico que hace el autor se enriquece además con una relectura de los textos literarios clásicos, desde Cervantes a Lope de Vega, relectura que sitúa esas obras literarias del canon dentro de la genealogía de textos que revelan la naturaleza racista prevalente en la sociedad que describen y para la que escriben.

A este prólogo (que se propone como recordatorio histórico), le siguen una serie de capítulos cuyos títulos mismos hacen uso de esta retórica del sarcasmo, al desplegar expresiones y referentes cuasi-cotidianos, enteramente naturalizados en el idioma español, que son el testimonio más patente de la persistencia de ese racismo soterrado, sostenido, de larga duración, y cuyo registro lingüístico mismo denota un estado pre-crítico, y una profunda falta de conciencia lingüística, de esa historia de la supremacía blanca de la que forman parte. Cómo ser negro y no morir en Aravaca nos recuerda, en este aspecto del uso sostenido de la ironía, a las poderosas invectivas del escritor y activista keniano Binyavanga Wainaina, fallecido recientemente (el 21 de mayo de 2019) en Nairobi, sobre todo en su ensayo titulado “How to write about Africa” (2005), [3] y la versión más extensa del mismo, el libro One day I will write about this place. A memoir (Greywolf Press, 2011). Wainaina, al igual que Francisco Zamora Loboch había hecho ya unos años antes, en 1994, disecciona en sus textos, con ironía y agudeza inusitadas, un extenso catálogo de estereotipos, de preconcepciones y de prejuicios, en circulación sobre el continente africano y sobre el sujeto africano, enunciados con naturalidad por parte de aquellos que desde occidente escriben o han escrito sobre África, estereotipos que a su vez configuran, y han configurado, el horizonte de expectativas de los lectores o espectadores a quienes van dirigidos esos textos, esos relatos históricos, literarios, periodísticos, fílmicos, visuales o fotográficos.

En el primer capítulo titulado “Trabajar como un negro” Francisco Zamora aborda, desde un bosquejo de la historia del tráfico y venta de individuos esclavizados en los principales puertos esclavistas (Sevilla, Lisboa, Cartagena de Indias o La Habana), a los trabajos que estos desempeñaban en la España peninsular, desde la modernidad temprana hasta la época contemporánea. Aprovecha la ocasión para retomar algunas figuras emblemáticas, desde un artista singular como Juan de Pareja (quien trabajara al lado de Diego Velázquez), a muchos otros cuyos trabajos han pasado a los anales de la historia con su autoría borrada, o peor aún, usurpada, y sin recibir los laureles que el fruto de su trabajo merecía. Aborda también cómo muchos de estos individuos racializados se vieron obligados a desempeñar los trabajos más ingratos e indeseados (como fue el caso de uno que se vio obligado a desempeñarse como verdugo, en Orense, en el siglo XVIII); pero resalta también lo difícil que todavía hoy resulta la integración laboral para los africanos incluso más altamente cualificados, y la discriminación salarial si logran integrarse al susodicho mercado laboral.

Juan de Pareja, Autorretrato. La Vocación de San Mateo, 1661. ©Museo Nacional del Prado.

 

Afortunadamente estudiosas como Carmen Fracchia [4] dedicaron sus carreras a poner de relieve el trabajo de algunos de esos pintores y artistas plásticos borrados por la historia, y la hora de Juan de Pareja parece haber, finalmente, llegado con la exposición temática que en estos momentos se exhibe en el Museo Metropolitano de Nueva York. [5]

El capítulo dos, “Humor negro”, aborda la infantilización del sujeto negro a través de la supuesta “reproducción” del habla, entonación, modismos y giros lingüísticos en textos literarios y comedias teatrales de la modernidad temprana en la literatura española. Este es a su vez un tema que han estudiado a fondo y de manera crítica en los últimos años académicos como Baltasar Fra Molinero, Nicholas Jones y Diana Berruezo, entre otros. [6] Los supuestos modismos y deformaciones lingüísticas, a modo de estereotipo burlesco hacia este colectivo, según la genealogía que establece Francisco Zamora, se siguieron acuñando y propagando en época contemporánea, hasta entrados los años sesenta del siglo veinte, a través de nuevos medios de difusión, como la radio, el cine y la televisión.

El capítulo tres, “¿Por qué el blanco es tan listo y el negro tan lerdo?”, gira el foco de atención hacia África y hacia los legados del colonialismo europeo en el continente. Concretamente, se centra en el brazo largo de los poderes europeos y en el papel de las antiguas metrópolis (el Reino Unido, Francia y Portugal entre ellas), para concluir que estos mismos poderes imposibilitaron de facto, y de manera interesada, una descolonización efectiva de los territorios que anteriormente dominaron, a pesar de los esfuerzos de los líderes independentistas más capaces y pertinaces. El capítulo articula por tanto una dura crítica hacia el papel desempeñado por occidente en los procesos de desactivación de las luchas emancipatorias en el continente.

Portada libro Capacidad Mental del Negro, 1944.

 

Como exiliados africanos, los autores de la generación de Francisco Zamora Loboch vivieron con enorme frustración los avatares que descarrilaron las independencias africanas: el asesinato en Conakri de Amílcar Cabral el 20 de enero de 1973, auspiciado por poderes europeos, frustró las posibilidades independentistas de Guinea y Cabo Verde; el nombramiento a dedo, por parte de potencias occidentales, de Idi Amín como presidente de Uganda fue otro fracaso de los proyectos anticoloniales, convirtiendo al propio Amín en el más grotesco “servidor del colonialismo en su versión más esperpéntica”; mientras tanto, en Centroáfrica, Bokassa “reunía todas las condiciones que exigen los occidentales para desempeñar el cargo de majadero africano: apenas sabía leer, y su último empleo conocido había sido el de pinche y escudero de brazo de algún teniendo blanco durante la guerra europea…. Entre grandes risotadas y arcadas, franceses y americanos montaron a su cafre africano preferido un golpe de Estado bueno, bonito y barato el 31 de diciembre de 1965… En sus ratos libres, Bokassa rebanaba pescuezos de opositores” al tiempo que enviaba diamantes a París en señal de agradecimiento por el incondicional apoyo. El caso de Mobutu Sese Seko en la República Democrática de Congo, completaría la lista de fracasos anticoloniales.

El capítulo cuatro se titula “Músculo negro versus músculo blanco”. Como periodista deportivo, no podía dejar Francisco Zamora de dedicar un capítulo a la colonialidad en el deporte, los estereotipos raciales y una larga historia de discriminación y desposesión. Comienza el capítulo poniendo atención al grotesco hecho de que la ruta del rally París-Dakar en los años noventa es la misma que transitan (casi en la misma temporada) los trabajadores migrantes magrebíes que retornan a casa, a sus lugares de origen, en esta coincidencia perversa que acentúa las diferencias Norte-Sur: “mientras llegar a casa es una acuciante necesidad para el currante magrebí, el desahogado y ocioso occidental convierte el paseo de París a Dakar en un inútil y desaforado acto de reafirmación de la supremacía técnica y económica de su raza”. Y el capítulo continua repasando el racismo en el deporte con ejemplos que incluyen la historia del boxeo, del baloncesto, del atletismo y del futbol.

Llegados al capítulo cinco, “Negritud e hispanidad”, aborda de nuevo Zamora Loboch el papel de la literatura española de la modernidad temprana (mal llamada del Siglo de Oro), que se convertiría en la literatura nacional canónica y fundacional. Pero pone el acento no en sus méritos literarios, sino en el papel que precisamente ha desempeñado este corpus letrado en la fijación de estereotipos racistas y denigrantes con respecto al sujeto africano. Destaca particularmente el papel del teatro, de la comedia, del entremés, pero también el del género denominado novela picaresca, no escapándose la lírica a tales acusaciones. El efecto profundamente perverso de la literatura de apología imperial y supremacismo racial del mal-llamado Siglo de Oro o modernidad temprana en la consolidación de estereotipos racistas fue, si cabe, más siniestro en tanto que pasó a constituir, en el curriculum de las letras hispánicas, la base del canon por antonomasia. Lo resume como sigue, desplegando vívidas metáforas, Francisco Zamora Loboch:

“Desde el punto de vista racista, el Siglo de Oro español fue una época dura, intolerante, áspera como el beso de la argolla a la tráquea. Algunos escritores son virulentos racistas y otros lo contrario. Cervantes y Quevedo capitaneaban los dos extremos… Quevedo, caballero de Santiago, detesta a los moriscos, odia a los judíos, y en su virulento antisemitismo, amenaza con verter tocino en los versos de Góngora… Con Quevedo los negros salen malparados, vapuleados y vituperados. Su romance titulado Boda de Negros rezuma desprecio, desdén y recochineo”.

Michael Lupi de Çandiu, El bautismo de un morisco, c. 1290-1310.

 

El capítulo seis, “Pene blanco – pene negro”, no quiere dejar pasar de largo el asunto de la hipersexualización del sujeto africano como otra forma de racismo, al tiempo que aborda la complejidad de las relaciones mixtas. Y, por último, el capítulo siete, titulado “La maldición de Cam”, revisa la tortuosa relación entre la iglesia católica y el colonialismo: “Nada más poner pie en África los misioneros católicos fueron la punta de lanza del colonialismo”. Su papel en la imposición de lenguas y sistemas educativos foráneos, la persecución de prácticas religiosas y rituales, y el racismo y la deshumanización que acompañó a todos estos procesos de violencia impositiva, constituyen la parte central de esta sección del libro.

Para terminar, la última sección del libro adopta un giro retórico inesperado, al presentarnos un “Diccionario racista” como colofón a esta larga diatriba. Este diccionario, que abarca las veinte páginas finales del libro, con listados de vocablos organizados de la A a la Z, intenta un último asedio al fundamento racista de la lengua española, de sus usos, y de la imbricación entre el nombrar y el narrar, a través de la terminología que se ha ido incorporando, y de los tropos literarios que se han consagrado, para mejor describir prácticas, individuos, situaciones, clasificaciones, e identidades profundamente atravesadas por la historia del racismo. Así, se incluyen términos como abanicar, balele, boy, liberto, moro, mondongo, moreno, zambo, zángano o zumbón, todos ellos cargados de profundas connotaciones coloniales; pero también otros como ébano, cuya afección literaria lo convirtió en un manido cliché: piel de ébano no es otra cosa más que un “paupérrimo recurso poético”, sentencia categórico Francisco Zamora. El propósito de esta sección es la de enfatizar que combatir la ideología racista es también una práctica lingüística.

El libro Cómo ser negro y no morir en Aravaca. Manual de recetas contra el racismo, de Francisco Zamora Loboch, es un duro azote a los pilares sobre los que se asienta la historia imperial y postimperial española en todas sus dimensiones, cultural, política económica, discursiva; es también un desafío al canon literario y artístico, convencionalmente establecidos en base a exclusiones flagrantes y todavía pendientes de revisión, de descolonización y de fiscalización crítica. Es, por último, un ensayo de intensidad inusitada que, casi treinta años después de su publicación, conserva toda su frescura y su contemporaneidad, y es un texto fundacional que marcó la senda de una nueva sensibilidad crítica a la hora de abordar la historia del racismo en España.

 

El escritor Francisco Zamora Loboch. ©LP/DLP

 

[1] Martin Repinecz, “Raza or Race? Remembering Slavery in Equatoguinean Literature”, Hispanic Studies Review, Vol. 4, No. 1, 2019: 121-135.
[2] Entre los estudiosos que más han trabajado la obra de Francisco Zamora Loboch se encuentra Martin Repinecz; sobre esta obra en cuestión, ver por ejemplo su ensayo “Don Quijote in Africa: Fictionality as an Antidote to Racism”, Bulletin of Hispanic Studies, Vol. 94, No. 6, 2017: 607-623; además, han publicado sobre el mismo: Juan de Urda, “La obra de Francisco Zamora y su lector implícito”, Revista Iberoamericana, Vol. LXXX, No. 248-249, 2014: 1067-1080; y José Manuel Maroto Blanco, “La literatura de Francisco Zamora o cómo se ve el racismo desde el Viyil”, Revue Electronique Internationale des Sciences du Langage, No. 4, 2020: 371-392. Esta no es una lista bibliográfica exhaustiva, sino que se ofrece a modo de ejemplo.
[3] Publicado en Granta 92: The View from Africa, otoño 2005: <https://granta.com/how-to-write-about-africa/>
[4] Ver especialmente su libro ‘Black but Human’: Slavery and Visual Arts in Hapsburg Spain, 1480-1700 (Oxford University Press, 2019).
[5] The Metropolitan Museum of Art, “Juan de Pareja, Afro-Hispanic Painter”, 3 de abril a 16 de julio, 2023: < https://www.metmuseum.org/exhibitions/juan-de-pareja>
[6] Ver, entre otros, Baltasar Fra Molinero, La imagen del negro en el teatro español del Siglo de Oro (Siglo XXI editores, 1995); Nicholas R. Jones, Staging Habla de Negros: Radical Performances of the African Diaspora in Early Modern Spain (Penn State University press, 2019; y Diana Berruezo, “‘Negro poeta debió de ser el que tan negro romance hizo’: ¿poetas negros en el Siglo de Oro?”, Hipogrifo. Revista de literatura y cultura del Siglo de Oro, Vol. 9, No. 1, 2021: 131-142.

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Benita Sampedro Vizcaya [tw @BenitaSampedroes profesora de estudios coloniales en la universidad de Hofstra, en Nueva York. Se especializa en la historia del colonialismo español en África y en América Latina y el Caribe. Su investigación se centra en las múltiples redes atlánticas y globales del imperialismo español, y en el pasado y el presente de los archivos y los legados coloniales. Ha publicado numerosos ensayos sobre el trabajo doméstico, las intervenciones sanitarias y la gestión de la biopolítica y los sistemas carcelarios dentro del contexto colonial, y sobre las intersecciones de género, ciencia y colonialismo. Correo electrónico: Benita.Sampedro@Hofstra.edu

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