Rahmata Dem Njie

¿Un sonido negro dentro del flamenco?

Este verano tuve la oportunidad de ver a Concha Buika en el Teatre Grec de Barcelona. Una escena idílica; por ella, su música y la brisa veraniega. Me volví a enamorar de Jodida pero contenta pero me fascinó una mujer hipnotizante, elegante que apareció sobre el escenario y se unió con su baile a Buika y sus músicos. Era Yinka Esi Graves. Nunca había oído hablar de ella. Su actuación, que se limitó a un par de canciones, me deslumbró y se podía palpar una energía especial en el ambiente de la química que desprendían ella y Buika. Este fue el colofón de una noche mágica que dio paso, al día siguiente, a una jornada interesante en un pequeño local al lado de Arc de Triomf. En El Dorado Sociedad Flamenca Barcelonesa, pude poner voz a Yinka que habló con por Tania Adam sobre elFlamenco y negritud, más allá de los sonidos”. [1]

Acababa de descubrir a Yinka Esi Graves y moría por saber más sobre su pensamiento y sobre cómo había sido su camino hasta llegar al flamenco. Conoció el flamenco en la universidad, en Inglaterra y desde el primer momento, le surgió la necesidad de continuar indagando en el género. Algo en su cuerpo vibraba con el flamenco, le era familiar, como si de una “memoria encarnada” se tratase. Un sentimiento que la empujó a iniciar su carrera como bailaora hace 15 años, aún siendo consciente que el camino era difícil y que debía hallar la forma de encontrar su lugar y hacer posible lo que algunos veían como inalcanzable.

Sentada y escuchando atentamente, Yinka puso sobre la mesa una cuestión que había ahondado mis pensamientos anteriormente, pero nunca me había molestado a indagar de forma seria. Destacó que el flamenco siempre le transmitió “algo negro” una recolección corporal, como si de una memoria sensorial se tratara, fue una idea que se me quedó clavada y entendí a la perfección. Esa sensación de que “hay algo negro en el flamenco”, era un sentimiento que había vivido de forma recurrente a través del sonido, el movimiento, el sentimiento y la fuerza que desprende este género.

Creaciones musicales que invitan a mover el cuerpo y sentir la música desde lo más profundo y me transportaba a las fiestas de Sabar Senegal y Gambia. Yo soy de Gambia y y estos países son mis únicas referencias, pero ver que alguien como Yinka, con raíces en Ghana y Jamaica también había llegado a esa conclusión me abrió los ojos.

Antes de este momento no se me había ocurrido la posibilidad de aunar históricamente los ritmos africanos con el flamenco. Esa forma de jalear, de compartir la música, sentir el baile y disfrutar de la fiesta sin inhibiciones, creando coreografías improvisadas que parecen fáciles de imitar, pero requieren un gran sentido del ritmo.

 

 
Disappering Act. The Coast II

 

A veces, se nos olvida que existe mundo más allá que nosotros y esas cuestiones que nos hacemos muchas veces ya rondaron las mentes de investigadores y expertos. Este es uno de esos casos.

Viéndolo desde una perspectiva más amplia, todo cobra sentido si hurgamos un poco y recuperamos un poco de la historia de España. Cuando hablamos de la presencia negra fuera del continente africano, lo primero que viene a la mente son los Estados Unidos, el Caribe y América Latina. Tal vez, porque son los lugares donde su descendencia es más visible hoy en día. Pero, en esta lista es necesario añadir a España, en especial el sur de la península. La mayoría no somos conscientes del gran volumen de población negra que vivió en el sur de España desde finales del siglo XV. Andalucía era un lugar con una población muy diversa, donde convivían la recién llegada población gitana, con la africana y la musulmana.

Las investigaciones de la catedrática de historia del arte hispánico en el Birkbeck College de Londres, Carmen Fracchia, y autora del libro “Negro pero humano”: esclavitud y artes visuales en la España de los Austria, 1480-1700, que investiga la imagen de los negros en el siglo de oro español. Ratifican que no hay gran cantidad de documentos visuales que detallen la presencia de esclavos negros en España, algo extraño si se tiene en cuenta que durante esa época Lisboa, Sevilla y Valencia eran las ciudades con mayor comunidad esclava, su porcentaje se situaba entre el 10-15%. Aun así, y a diferencia de otros países europeos, en las obras de arte españolas no empieza a aparecer una destacada representación visual de cuerpos negros hasta el siglo XVIII.

 

Panel de 180 azulejos donde aparece una sirvienta negra. Posiblemente proceda de una antigua casa solariega valenciana. Azulejos de cocina. Siglo XVIII (1776-1800). Museo Nacional de Cerámica y Artes Suntuarias González Martí, Valencia.

 

La presencia de esclavos en España precede a la emergencia de la esclavitud transatlántica, este es un dato que no debe pasar desapercibido. Es más, como explica Fracchia, en Sevilla, Barcelona y Valencia se fundaron las primeras cofradías exclusivamente negras a finales del siglo XIV. Se calcula que, durante el siglo XVI, el 7,4% de la población de Sevilla era de ascendencia africana. Allí tenía lugar la mayor subasta de esclavos, después de Lisboa, desde donde se distribuían al resto de la península, Europa y las Américas. Esta es la idea que ha prevalecido, la de España como lugar de paso de los esclavos para llegar a otros destinos, pero en la península hubo presencia negra hasta el siglo XIX.

A la ciudad hispalense llegaron alrededor de unos 90.000 esclavos durante esos años un 10% de ellos embarcaron hacia las Américas, pero ¿qué fue del resto? Esa es una pregunta que indaga el documental de Gurumbé: Un “sonido negro” dentro de la música andalusa. Un ejercicio audiovisual que refleja la búsqueda de esa memoria africana que se expresa corporalmente a través de los ritmos del flamenco.

En el documental, investigadores mencionan algunas de las pruebas que demuestran la gran población de ascendencia negra que existía en el sur. Como la existencia de una cofradía llamada Cofradía de los negritos, creada para acoger a la numerosa población negra del momento, a quienes no se les permitía el ingreso a las cofradías blancas. De alguna forma, la población negra estaba integrada en el mundo espiritual, pero esta “integración” no se traducía en la sociedad ni les otorgaba ningún tipo de libertad.

 

Jacinto Padilla “El negro Meric”, bailaor, banderillero, artista circense y cantaor en un en un fotograma de la película Danse espagnole de La Feria Sevillanos, Hermanos Lumière (1900). En la Exposición Universal de París de 1900.

 

 

Flamenco y danzas africanas

Yinka expresaba como a veces en la busca de “eso africano” hay esa necesidad de encontrar algo específico, un ritmo, un paso… lo que sea. Pero ella entiende el proceso de otra manera, como poblaciones que trajeron sus formas de hacer y conviviendo, conversando, con los habitantes de los territorios en los que estaban dejaron su huella, su herencia. Pone el enfoque en entender estos procesos, para reflexionar hasta donde lo africano puede estar en el flamenco más que esperar encontrar algo concreto.

Una de las premisas de las que parte para llegar a este pensamiento se basa en la Embodiología. Un término acuñado por Ama Wray, bailarina, profesora, coreógrafa y directora de teatro, quien creó su propio método de improvisación con el cual propone que primero de todo debemos entender las comunidades para entender su danza, su lenguaje. Hay que entender el compás, el ritmo, la base sobre la cuál vamos a crear para poder improvisar y compartir el baile. Un movimiento con un enfoque claramente cultural y se enfoca principalmente en las danzas provenientes del oeste de África, priorizando:

“La construcción de relaciones de colaboración entre los artistas intérpretes o ejecutantes. Aprenderá a jugar y navegar a través de la multidimensionalidad del ritmo, encarnando sus características (que incluyen sensaciones de silencio, tonalidad y repetición) que le permitirán crear de manera espontánea y segura.” [2]

Para Yinka, el flamenco encaja también en esta definición, en esta forma de entender la danza, un equilibrio entre la escucha, la participación y la capacidad de improvisar. La importancia de comprender y sobre todo sentir la música para poder bailar, dejar que el cuerpo interprete de forma libre cada ritmo, el vivir la música en comunidad al son de palmas y jaleos… son sensaciones que me transmiten tanto el flamenco como las danzas de mi país.

El flamenco está en continua transformación, hoy vemos su maestría transmitida a través de figuras reconocidas como la propia Yinka Esi Graves y la cantante Concha Buika. Mujeres que han sabido abrirse hueco con su talento para poder seguir creando y compartiendo desde sus experiencias lo que la música les transmite.

Ahora, comprendo un poco mejor porqué siempre hubo algo del flamenco que me transportaba a mi infancia. A esas coloridas fiestas senegambianas donde se hacía un corro y, toda aquella mujer que quisiera bailaba al son de los tambores. Lata de Coca-Cola en mano, con su correspondiente bolsa llena de panketi -buñuelos de azúcar- para picar y de fondo las voces de grandes figuras como Mayo Diao, Youssou Ndour, Oumou Sangaré, Pape Diouf, Coumba Gawlo… Un ambiente donde se respiraba alegría, y un poco de caos, pero sobre todo la libertad de darlo todo en la pista moviéndose guiada por los ritmos electrizantes sin ser juzgada.

 

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[1] Organizado por el Festival del Grec con la colaboración de El Dorado Sociedad Flamenca Barcelonesa en el marco del ciclo “Creativitat, racisme i creació”.

[2] Embodiology® [https://www.embodiology.com/]

[3] K. Meira Goldber, (2014) Sonidos Negros: On the Blackness of Flamenco, Dance Chronicle.

 

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Rahmata Dem Njie. Periodista. Hija de padres gambianos, amante de la literatura y de la música. Entre mis intereses están el periodismo de investigación y el cultural, además del continente africano por su gran riqueza cultural y porque es donde se encuentran mis raíces. Twitter: @rahmatadem

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