Donato Ndongo – Guinea Ecuatorial | Declaré alguna vez que la música está presente en mi obra, al ser parte de mi vida. De niño, la escuchaba en el gramófono de mi padre, en noches especialmente mágicas: rumbas, la orquesta O.K. Jazz, Francó… Con el tiempo, descubrí otros ritmos, tan maravillosos que me acompañan hasta hoy: clásicos europeos, en especial los barrocos Bach y Albinoni; los rusos (sobre todo Rimski-Korsakov y Stravinski); blues, jazz, The Beatles, y, sobre todo, el desgarrado Soul de intérpretes como Ottis Redding, Aretha Franklin, Wilson Pickett, Eddie Floyd, Donna Summer, Dionne Warwick, Stevie Wonder y el memorable Isaac Hayes, que bailé de joven y escucho hoy.
La música africana me fascina. Durante mi etapa como director adjunto del Colegio África de Madrid, elaboré un programa de actuaciones que permitiera introducir en España a grupos y solistas emblemáticos: Papá Wemba, Tabu-Ley, Mbilia Bel, Manu Dibango, Eboa Lottin, Alpha Blondy, Bopol, Souzy Kasseya, Pierre de Moussy, Sam Fan Thomas, Massako, Moni Bile, Hilarion Nguema, Pierre Claver Nzeng… Diversas circunstancias impidieron su desarrollo, pero conseguí traer al mítico Francó –su única actuación en España-, en un concierto apoteósico en 1984, al que acudieron africanos y españoles procedentes de diversas provincias.
Tampoco descuidé la música cuando dirigí el Centro de Estudios Africanos de la Universidad de Murcia, donde actuaron cantantes africanos como Mastho Ribocho, Luis Mbomio, David Bass y otros.
Resulta difícil elegir. En un esfuerzo de síntesis, mis canciones preferidas serían:
1. Mario, de Franco Luambo. La voz envolvente, el ritmo vibrante y la cadencia tranquila de un instrumental manejado con magistral armonía devuelven la fuerza al espíritu más atribulado. Escucho a Francó cuando necesito ánimos. La letra -mezcla de lingala y francés- permite intuir una historia de amor/desamor plena de sinceridad. Su inusual duración (una media hora) permite gozar en plenitud una canción sentida, viva. Por las mismas razones, no me canso de escuchar otras composiciones de “Le Grand Maitre”: La vie des hommes, Ida, Celio, Massou, Layle, Tres empoli…
2. Viva la música, de Papá Wemba. Todas las canciones de este álbum son sugerentes; ritmo, orquestación y voz se funden en un todo armonioso, dotando de sensaciones inefables a los sentidos.
3. Espoir, de Gadji Celi. El mismo álbum de este intérprete marfileño contiene otra canción especialmente grata, King solo; ritmo y armonía instrumental denotan un artista refinado, que penetra en los sentidos con una voz susurrante.
4. Keina, C’est toi que j’aime, de Mbilia Bel. La sensualidad de la voz de esta mujer me fascina, sobre todo en estas dos composiciones. Imposible estarse quieto ante ellas: te invitan al optimismo, a moverte, a soñar.
5. Muzina, de Tabu Ley. La maestría de este cantante y su orquesta –Rochereau, un clásico, reyes del ritmo soukous-, constituyen la cumbre de la música congoleña, junto a los imprescindibles Francó, Papá Wemba o Mbilia Bel, a los que complementan Pepe Kalé y Kofi Olumide.
6. La cantante camerunesa Rantamplan recrea con maestría el Bikutsí, ritmo ancestral fang. De gloria. Me transporta al pasado desde el presente. Síntesis prodigiosa de una tradición inserta en la modernidad.
7. Zangalewa, de Golden Sounds. Canción vibrante, cálida, vigorosa, compuesta por unos humildes artistas cameruneses. Lástima que el plagio de Shakira la prostituyera. (Sobre lo cual escribí en “Mundo Negro”).
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Donato Ndongo es periodista y escritor. Es autor de las novelas Las tinieblas de tu memoria negra, Los poderes de la tempestad y El Metro. Fue el primer negro en escribir un libro de historia sobre Guinea Ecuatorial, Historia y Tragedia de Guinea Ecuatorial, y el artífice de la primera Antologia de la literatura guineana. Ha sido profesor en la Universidad de Columbia, Delegado de la Agencia EFE en África Central y Director adjunto del Centro Cultural Hispano-Guineano en Malabo, entre otros cargos destacados. Vive exiliado en España desde hace 50 años. Más información en www.donato-ndongo.com
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