Xavier Balele – Guinea Ecuatorial | Parece ser que se abrió la veda en la ciudad africana; bajo la bandera del desarrollo vemos aflorar cada vez más fantasiosos proyectos urbanos que venden a estas ciudades una ilusión de futuro completamente al margen de su alejada realidad.
Durante la última década, la mayoría de países africanos han experimentado un alza en sus índices de crecimiento económico y desarrollo. Este crecimiento se relaciona directamente con el hecho de que África ha dejado de ser un continente rural para pasar a ser un continente con una población mayoritariamente urbana. Este éxodo del campo a la ciudad en busca de nuevas oportunidades ha supuesto un espectacular crecimiento de sus principales núcleos urbanos. Un crecimiento ajeno a cualquier tipo de planificación, llevado a cabo bajo el paraguas de la informalidad de la que ya hemos hablado en alguno nuestro anterior artículo sobre la ciudad de Lagos.
Del mismo modo, una nueva clase media emergente está cada vez más presente en las sociedades africanas. Una clase media con cierto poder adquisitivo que clama por su derecho a una calidad de vida y que estas ciudades difícilmente pueden satisfacer. Este aspecto no ha pasado desapercibido para los inversores que ven en esta clase emergente un nuevo mercado, o mejor dicho, nuevos compradores para su propio mercado de negocio.
Con la demanda, aparece la oferta. Así es como de la mano de “holdings” y consultorías internacionales se presentan nuevos proyectos urbanos que usan el pretexto de la “modernización” como cortina de humo para esconder un negocio especulativo bajo el legítimo derecho al bienestar de las sociedades africanas.
En términos urbanos diferenciamos básicamente entre dos tipos de propuestas: por un lado encontramos aquellos proyectos que buscan intervenir directamente en la ciudad existente con la limpieza integral y literal de los terrenos afectados. Estas son propuestas que arrasan con todo para revalorizar el espacio, sin tener en cuenta el impacto humano que esto supone. Este es el ejemplo de Ekoatlantic city en Lagos o el nuevo frente marítimo de Maputo.
Por otro lado, ante la dificultad y problemática que supone intervenir en la ciudad existente, nos encontramos con otro tipo de proyectos que proponen la creación de nuevas y modernas ciudades satélites, totalmente independientes y alejadas de la ciudad existente. Tal y como en su día se hizo en Brasilia o Abuja. Este es el caso de “La cité du fleuve” en Kinshasa o la recientemente inaugurada ciudad de Djibloho en Guinea Ecuatorial.
Todos estos proyectos comparten un mismo y recurrente sueño de modernidad. El mismo sueño de ciudad y vida moderna que encontramos tan bien representado en “Mon oncle” de Jacques Tati (1958) y que se reproduce de igual modo en todas estas fantasías urbanas africanas. Con la llegada de la globalización, la principal diferencia es que el modelo de ciudad europea ha quedado obsoleto y la ciudad africana ha decidido dar la espalda a su viejo urbanismo que un día también la colonizó. África sueña ahora con futuristas ciudades como Shanghai o Dubai como inspiración para estos proyectos que se presentan en forma de “smart cities”, nuevos centros de negocios, de comercio y vivienda con todas las anheladas comodidades de la vida moderna.
Está claro que ante estas propuestas es fácil echarnos las manos a la cabeza. También deberíamos recordar que es la ciudad norte-americana la que crea el “Downtown” como modelo de centro de negocios en los centros de las ciudades. Por otro lado, la aparición de ciudades satélites ha sido constante en Europa desde la llegada de la revolución industrial siguiendo las pautas del urbanismo moderno. Y por último, si nos referimos al triunvirato urbanismo-economía-política que está tras muchos de estos proyectos africanos, podemos afirmar que es el mismo triunvirato que desgraciadamente tan bien conocemos en algunos países europeos.
Proyecto frente marítimo de Maputo
En estos momentos de cambios, la ciudad africana se encuentra ante su gran oportunidad, y quizás única, de poder crear un urbanismo propio que le permita definir el modelo ciudad acorde a sus necesidades y aspiraciones. Como alternativa a estas fantasías urbanas, la urbanista sudafricana Vanessa Watson nos propone una ciudad africana con un crecimiento ético y sostenible. Una ciudad que prioriza el espacio público y la movilidad de sus ciudadanos al mismo tiempo que crea y revaloriza su patrimonio e identidad. Watson exige por encima de todo, una ciudad africana que consiga recuperar el terreno perdido de justicia social para sus ciudadanos.
Pese a que los principios que promueve Watson puedan parecer una más de las infinitas luchas entre David y Goliat, la joven ciudad africana se enfrenta ante el gran reto de crear sus propias fantasías en contraposición a estos modelos y, de este modo, evitar que el sueño de la ciudad pueda convertirse en la pesadilla de sus ciudadanos.
Modderfontein – New Gauteng City
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